viernes, 30 de julio de 2010

UN SACO DE KILÓMETROS Y UNA BOLSA DE VIAJE.

Los casi dos mil kilómetros que he recorrido en los 12 días me han servido para confirmar mi pasión por la moto, mi amor por esa joya de dos ruedas que me lleva a todas partes sin rechistar, sin negarse nunca, sin decir que está cansada. Mi pequeña Evil Vir es la mejor sin duda, matriculada en 1991 y aun está dispuesta a dar guerra, por eso nunca me desharé de ella, pase lo que pase, y sin negar que algún día pudiera hacerme con otra máquina, desde luego esta siempre será mi moto y nunca abandonará mi compañía ni yo la suya.

El viaje empezaba el día 15 de julio a las 7 d ela mañana, en ese momento arrancábamos hacia tierras lusas, y aunque pueda parecer que no, lo cierto es que el viaje empezó hasta con calor, y no iba a ser ya bien pasado despeñaperros cuando empezase a no tener frío de vez en cuando. El viaje comenzaba por la CM-42 hacía Puertolápice, donde continuaba por la A-4, autovía que ya no dejaríamos hasta Sevilla, aquí si que empezamos a sentir las altas temperaturas, para desde allí seguir hacia Huelva, con más de 500 kilómetros a las espaldas ya, para desde allí seguir hacia Portugal y terminar en Faro, muy cerquita del aeropuerto, donde tiene lugar la concentración. En Total unos 650 kilómetros desde el corazón de la Mancha hasta el Algarve portugués. 

Durante el viaje dos paradas amplias y sin prisas, que no teníamos prisa, la priemra de unos tres cuartos de hora para desayunar tranquilamente en un restaurante donde los ojos de una camarera y su acentillo andaluz me cautivó, y creedme que de no haber sido porque iba con otros compañeros hubiera abandonado el viaje para quedarme con ella un ratito más, suponiendo que ella hubiese querido, claro. La segunda de las paradas fue menos exótica, en un Lidl de las afuerdas de Sevilla, para comer, donde estuvimos una hora, comprando pan del día y jamón serrano acompañado de unas Coca Colas para reponer fuerzas y quitarnos un rato la cazadora, que ya el calor empezaba a sentirse abase de bien a esas alturas del día y en esas latitudes de la Península.

Ya en faro, la verdad es que la fiesta fue increible, una vez montadas las tiendas de campaña y establecido el campamento, comenzamos a recorrer la zona, a conocer los rincones y a ver y hablar con gente de los más variopinto, porque no exageran demasiado los portugueses cuando dicen que Faro es la meca europea del motociclismo, si existe, está en Faro, no lo dudéis. Además los portugueses son gente agradable y abierta, al menos en ese contexto, y no puedo hablar más que cosas buenas de aquella concentración en la que durante cuatro días y tres noches todo ha sido una balsa de aceite para mi espíritu, donde lo más desagradable que me encontré fue tener que ducharme a la vista de cientos de personas, porque es cierto que allí las duchas no tienen paredes.

La fiesta sin límites con los conciertos deRoger Hodgson, Gotthard y Ana Popovic me hicieron bailar y disfrutar como pocas veces lo hago al cabo del año. La compañía de moteros de toda Europa y el buen rollo de más de treintamil locos por la moto como yo que hicieron de ese largo fin de semana uno de los mejores del año para mi.


Y pasada la fiesta de faro, recogida de campamento, de nuevo todo bien atado con los pulpos de goma, y a la carretera de nuevo, hasta Sevilla acompañado, pero a partir de ahí y hasta El Puerto de Santa María solo, 320 kilómetros esta vez para llegar al que iba a ser mi destino durante una semana, una semana repleta de tranquilidad donde he confirmado algo que ya me habían dicho muchos amigos y conocidos, que Cádiz es la tierra con las mujeres más guapas de españa, y si no poco le falta.Pero de cualquier modo eso es casi lo de menos, porque con lo que realmente me quedo es con la tranquilidad y la desconexión total que he experimentado durante esa semana, disfrutando de mi moto y del lugar, y del marisco, sin duda, porque me he puesto las botas en ese se.

He visto muchas cosas, he disfrutado del palcer de viajar solo, de llegar hasta el mar mismo con mi infatigable compañera de viajes y aventuras, nos hemos (mi moto y yo) fotografiado con monumentos, naturaleza y lugares a los que jamás hubiera pensado que llegaría con la única compañía de mi Evil Vir,mi moto junto al mar, ante la plaza de toros del Puerto, y entantos sitios como yo mismo, como en esta foto de la izquierda, ante la entrada amurallada de Cádiz, donde por cierto descubrçi que es una de esas ciudades cuyo centro es carísimo, derivado de la avaricia de los comerciantes que pretenden sangrar a los turistas a toda costa. Eso si, la belleza de la ciudad es innegable y desde luego un lugar de esos en los que el mar se siente que forma parte del corazón y del alma de la ciudad, población portuaria en la que todo huele y sabe a mar, aderezado con un excelente espíritu lleno de historia.

En mis doce días de viaje no me ha faltado música, porque a los conciertos de Faro se unen dos más en El Puerto de Santa María, donde descubrí con agrado la sala Milwaukee, en la que pude disfrutar el día 19 de julio del blues habanero de Octavio Kotán, por solo 5 euros, en una concierto que además incluía la participación de un cantautor local, Javier Ruibal, quien por cierto, y salvando las distancias que me separan de los cantautores, cantó un himno muy divertido que había compuesto para el equipo de fútbol de Cádiz. El viernes de esa misma semana, la última noche que pasé en El Puerto de Santa María, tuvo la gran suerte de ver, de nuevo en la sala Milwaukee, nada más y nada menos que a la Vargas Blues Band. que se portó excelentemente con horas de concierto que dejaron a los asistentes más que satisfechos. Os recomiendo esta sala, si vais por allí, porque es uno de los pocos sitios en los que se puede escuchar rock en la zona y es también punto de encuentro de los pocos moteros que se localizan en El Puerto de Santa María.


Y habiendo estado en la provincia de Cádiz, no puedo dejar de hablar de las playas, maravillosas,  estupendas, increibles, se me quedan cortos los adjetivos que puedo recordar para estas playas, unas playas, las del Puerto, que además de limpias y con su correspondiente banderita azul de la U.E., cuentan con jilómetros de longitud y con muchos metros de arena antes de llegar al agua, lo cual es todo un descubrimiento casi, para quienes estamos acostumbrados más a las de Levante, donde el monstruo de la urbanización ha engullido las playas casi al compelto dejando apenas unos metros para uans cuantas tohallas y unas sombrillas. Playas de arena fina en las que he dormido largas siestas, y un agua no tan fría como yo esperaba a pesar de ser el Atlántico, eso si, resguardado por el istmo de Cádiz. Hasta encontrté una cala en la que pude disfrutar de soledad. La playa de Valdelagrana,m la más famosa probablemente, me gustó, con restaurantes, bares, tiendas... pero casi os diría que me gustaron más la la Puntilla o la de Santa Catalina. Eso si, al final de la playa de valdelagrana tenemos un parque natural y eso le da puntos.

Ya para terminar mi viaje, el sábado fui hasta Cazrola, unos 500 kilómetros por carreteras secundarias, donde me incorporé al festival de blues que cada año se celebra en la localidad jienense, allí pude disfrutar de una masterclass de Buddy Whittington, al que más tarde vi en concierto, disfruté del directo de Women of Chicago (un concierto increiblemente bueno) y Joe Louis Walker, que me pareció un tipo genial en su concepto del Blues. Ya el domingo a las 10 d ela mañana, después de acostarme a las 6 la noche anterior, salía para casa, otros 260 kilómetros para finalizar y decir adios al neumático trasero de mi moto, que tendré que cambiar ya porque la verdad es que entre lo que ya llevaba y lo que le he hecho en estos días, ya toca.