miércoles, 8 de junio de 2016

Alma motera

Decía Andrés Montes, a quien le tenía mucha admiración: "¡La vida puede ser maravillosa!". Y así es, la vida puede ser maravillosa, por eso no debemos hacerla lamentable, menos aun quienes tenemos el inmenso placer de haber conocido la libertad y la felicidad que da una moto. Subid sobre las dos ruedas y dejad atrás los problemas, las amarguras, las rencillas, las agriedades de la vida... Subid sobre esas dos ruedas, domad ese par motor, cabalgar vuestros c.v. y dominad vuestros centímetros cúbicos, marchad hacía el horizonte sin preguntaros si es allí donde se acaba el mundo, porque si es así, bienvenido sea el final, ya que llegaréis a el sobre un torrente de felicidad épica como lo es el conducir una moto.

Entiendo que quienes nunca han subido en moto o, aun habiéndolo hecho, no han encontrado el punto G de hacerlo, jamás comprenderán lo que digo, de lo que hablo. Y es que subir en moto y disfrutarla no está al alcance de todos, y no hablo de dinero o de oportunidades, hablo de alma, tener alma motera no es siempre sinónimo de poder adquisitivo u oportunismo. Un alma motera, estoy convencido de ello, es algo con lo que se ha de nacer y que jamás, por mucho que se intente o se quiera, se puede adquirir. Habrá quien muera sin saber que la tiene y la tenga, pero por desgracia también hay muchos que viven simulando tenerla y jamás la portaron, a los primeros mis condolencias, a los segundos les aviso: se os nota demasiado.

En la vida me he tropezado con multitud de personas que tenían alma motera, que sentían las dos ruedas y su mundo como sienten el alma propia, he conocido fingidores también, pero de esos ya ni me acuerdo. He tenido grandes amigos, algunos de los mejores de mi vida, moteros, he conocido a gente que lo dio todo por la moto y su universo, he conocido a gente que se dejó la vida sobre las dos ruedas. Mis mejores momentos han sido casi todos en torno a un olor a gasolina y el viento en la cara, algunos de los peores también. La moto me unió a grandes personas y me puso en el camino a mis peores enemigos. Hoy yo puedo decir que la moto es el 80% de mi vida.

No cambiaría nada por subir en moto, y puede que parezca una exageración o una barbaridad, no se, pero es así. Sin moto no habría superado mis peores momentos ni habría conocido a grandes ejemplos de vida. Sin moto no sería quien soy.