martes, 19 de julio de 2011

VIEJAS CARRETERAS QUE NUNCA OLVIDARÉ.

Hay carreteras que parecen estar olvidadas, carreteras que fueron importantes y que hoy, tras la llegada de grandes autovías y autopistas, han perdido su protagonismo en los mapas impresos de otra época. Carreteras que nunca dejarán de existir y por las que de verdad merece la pena pasar, especialmente cuando tu único destino eres tu mismo y tu reloj se quedó en casa bajo un viejo periódico.

Hace unos días emprendí uno de esos viajes en los que aunque parece estar todo programado, lo cierto es que al final se lo dejas todo al destino. El viaje estaba claro, ver en persona a unos grandes del rock, los ZZ Top, ese trío al que con lo básco de una banda, guitarra, bajo y bate´ria, les acabas sacando todo el jugo que es posble sacar a unos rockeros. Pero no voy a hablar aquí hoy de ese concierto, sino de las carreteras que conocí en mi viaje.

Una mañana desperté en un hotel antiguo del casco histórico de Córdoba, la noche anterior había sido mítica, de esas en las que prácticamente haces de todo lo que hay que hacer en una buena juerga cuando estás aljado de tu habitual ambiente. Una noche con alcohol, mujeres y hasta con pelea final antes de irme a dormir. Una noche de esas a las que poca gente suele atreverse. Al día siguiente el resacón era monumental y a penas si sabía donde estaba, una pequeña habitación interior de hotel, limpia, pero agobiante, casi me expulsó a la calle en busca de un sitio en el que desayunar, tras una ducha fría que terminó por desterrar la resaca de mi cabeza tras unos minutos bajo el agua, me puse mi chaleco y salí a la carretera.

Mi camino estaba claro, la nacional 432, una vieja carretera que une Córdoba con Granada y por la que apenas ya pasa nadie, desde que se abrió hace unas décadas la autovía del sur. Un trayecto agradable, con una temperatura que me sorpredió, especialmente si la comparaba con el calor que pasé el día antes en la ciudad cordobesa. Incluso hubo trayectos en los que una manga larga no me hubiera estorbado. A mitad de mi trayecto ma detuve en un polígono industrial, no recuerdo el nombre de la población, parecía olvidado, sufriendo las consecuencias de la crisis. Por 3'50 € desayuné como un verdadero rey, un vaso de zumo de naranja que parecía no acabarse nunca y las dos tostadas con aceite y tomate más grandes que recuerdo haberme comido nunca. Luego porseguí, disfrutando de aquella carretera solitaria por la que, de vez en cuando, me cruzaba con algún coche, no se si perdido o fugitivo, en los que apenas reparaba.

Llegué a mi destino, Alcaudete, entre Córdoba y Granada, pero en la provincia de Jaén, y allí me encontré con uno de esos nombres míticos de la carretera, el presidente de un club histórico, tanto casi como el, un motero de esos a los que casi da verguenza hablarles de motos, porque pocas cosas hay ya que no hayan vivido sobre dos ruedas. El y su capitan de ruta, dos grandes de la carretera.

No ha sido la única carretera que he surcado en esos días. El regreso a ese rincón que llamo hogar lo hice alejado de la gran pista, mi vuelta fue por otra de esas nacionales míticas condenadas al olvido. Los kilómetros de regreso fueron recorriendo la carretera que une Córdoba con (nada menos que) Tarragona, un verdadero placer también, la tranquilidad absoluta de un camino poco transitado, lejos del bullicio de las vías de alta capacidad, con curvas de esas que a veces te dan un susto, con paisajes de esos que creías desaparecidos del país. Pasar por Ciudad Real y Puertollano, pero por la puerta de atrás, subir hasta casa y saberte dueño de tu propio destino, ser el rey de tu propia nación interna, y quedarte con el recuerdo ue el sol ha querido dejar en tus brazos y el aire en tu cara.