lunes, 3 de septiembre de 2012

Simplemente recorre el camino


lunes, 30 de julio de 2012

Asturias, paraíso natural para los moteros

Recorrer 1700 kilómetros sobre una máquina que a veces traspasa el límite entre lo vivo y lo inerte es toda una experiencia de por si, si además lo haces en buena parte por tierras asturianas, entonces se convierte en inolvidable. Carreteras cubiertas por las ramas de árboles que se rozan sobre el asfalto, como acariciándose,  dejando a la sombra los caminos sobre los que rueda tu moto, ese ser vivo que te transporta como antaño lo hicieron los caballos, tan viva como ellos para muchos de nosotros.

DETRÁS EL LAGO ENOL (LAGOS DE COVADONGA)
Tomando como base la población de Cangas de Onis, coger cualquiera de las carreteras que salen desde allí en la dirección que sea es una aventura que merece la pena. Da igual hacia donde vayas, seguro que es una ruta que merece la pena. Una de las opciones, con pocos kilómetros, es ir a los lagos de Covadonga, un pequeño municipio a 20 minutos de Cangas por una carretera, la AS-262, estrecha y con pequeñas curvas, nada peligrosas, que permite un viaje rápido y agradable, bajo las ramas de los árboles buena parte del camino que bordean el camino. Una vez allí se puede visitar la basílica o la pequeña ermita en la montaña en la que se guarda la "Santina", la virgen de Covadonga, pero para sacar el máximo provecho a la moto lo mejor es subir a los lagos, algo que no se puede hacer desde el 19 de julio hasta finalizado el verano, pero antes es toda una experiencia subir por una carretera imponente por tramos, que te parece llevar hasta el techo del mundo. Llegar hasta el lago Enol y sentir una comunión perfecta entre el impresionante paisaje del entorno, tu moto y tu.

SALIENDO DE LA CUEVONA DE CUEVES
Viajar a la costa por carreteras secundarias, nunca por la autovía, porque de verdad merece la pena ver esas carreteras, acercarse a Llanes o a la pequeña localidad de Nueva y bañarte en su playa de "las cuevas del mar" mientras tu moto reposa a la sombra. Otra de las rutas realmente imponente es la que lleva hasta la localidad de Cueves, sobretodo en la parte final, justo antes de entrar en el pueblo, al que solo te lleva un camino, una carretera cuyo tramo final justo antes de entrar a la pequeña población, atraviesa una impresionante cueva natural recorrida también por un riachuelo y enmarcada por estalactitas, realmente impactante.

N-625, DESFILADERO DE "LOS BELLOS"
Para terminar, si tu origen al que inexorablemente has de volver, está en el sur de la península, lo mejor es olvidarte una vez más de las autopistas y autovías para, además de ahorrarte los cada vez más caros peajes, disfrutar del puerto del Pontón por la N-625 que une Cangas de Onis con el leones municipio de Riaño. Una carretera digna de ser recorrido rodando por el desfiladero de Los Bellos siguiendo esta nacional y su serpenteante trazado junto al río Sella, recordando las películas en las que los cowboys sobre sus caballos son observados desde lo alto de las montañas por los nativo-americanos. 

Así podría llenar líneas y líneas de este blog, hablando de las maravillosas carreteras de Asturias, pero sin duda eso es algo que debe hacer cada uno por si mismo y, os aseguro, que nunca os arrepentiréis de haberlo hecho, porque nunca un eslogan turístico fue más acertado que el de "Asturias, paraíso natural".

¡¡¡Ráfagas!!!

domingo, 8 de julio de 2012

Hubo un tiempo...

Rodar con amigos es sin duda una de las mejores cosas que se pueden hacer, compartir kilómetros en compañía y esa amistad que juega inocentemente con la hermandad entre moteros cuando se devoran carreteras con quienes tu eliges compartir el viaje.

Pero al margen de esos momentos, subir en moto y viajar solo es un gran terapia para el motero. Tu y tu compañera de dos ruedas solos en medio del mundo, evitando las autopistas y las carreteras nacionales, viajando por donde solo lo hacen ya quienes no tienen más remedio, parando en las viajas tabernas de pueblos a veces olvidados. Una cerveza compartida con gente que nunca antes habías visto, con ancianos aburridos a quienes la jubilación solo les deja ya tomar su jarrete de vino en el bar de un pueblo que has encontrado casi por casualidad. La soledad en medio de ninguna parte, observado a veces por castillos que hace siglos fueron dueños del mundo y que hoy permanecen en silencio esperando que alguien los fotografíe. 

Hubo un tiempo en que esas carreteras, hoy denigradas y olvidadas, fueron la única manera de comunicarse entre las gentes de esta península con aires de continente. Hoy solo nos tienen a nosotros, los moteros que decidimos salirnos por un desvío de la autovía sin saber qué nos vamos a encontrar, pero conocedores de un hecho irrefutable, esas carreteras son nuestras verdaderas amigas, porque solo en ellas encontraremos la libertad que un día empezamos a buscar subidos en nuestras motos.

miércoles, 22 de febrero de 2012

El saludo de Barry Sheene

El frío helaba los huesos desde dentro hacia afuera, lo único que importaba era llegar, las malas noticias del día eran que no había un "donde" al que llegar. Los días se hacían eternos y los bidones veían esfumarse la gasolina como si se desintegra la mantequilla sobre una plancha ardiendo esperando que caiga la hamburguesa sobre ella. Puede que hubiera sido una buena idea parar en quel motel del kilómetro 360, pero el coche patrulla que había aparcado en la puerta no le hizo presagiar nada bueno, así que decidió seguir rodando, seguir el camino que lo conducía directamente a ninguna parte.

Al cabo de casi 24 horas seguidas sin parar, salvo para llenar el maldito tanque de combustibe de aquella indestructuble japo, decidió que las fuerzas no le darían ni un solo segundo más de tregua y se detuvo. Era de noche, la luna llena sobre el cielo brillaba como si quisera ser el mismísimo Sol. Se quitó el casco y escuchó, escuchó la nada, porque nada se oía en medio de la noche más sepulcral que había vivido nunca. Parecía que todo se detenía, que el tiempo se plegaba, que el mundo había terminado y el no se había dado cuenta preocupado más por huir que por otras vanalidades, como el mismísimo fin del mundo.

Entonces una leve ráfaga de aire hizo tintinear la campanilla que colgaba de los bajos de su moto. El leve sonido rompió el silencio y comprendió que estaba delirando, que el mundo, aun, no había acabado. Miró a su alrededor y comprobó que no había gremlins, claro, si los hubiera habido el sonido de la campana los habría espantado. Se relajó, permitió a su neurosis huir un par de horas y se tumbó junto a la moto tapándose con la vieja manta que llevaba en la alforja. El sueño acumulado de varios días hizo el resto.

A la mañana siguiente despertó como nuevo, se subió la moto y comenzó el resto de su viaje, ese que no le llevaba a ninguna parte. Pero esta vez la sonrisa se le dibujó en la cara, todo parecía que iba a salir bien. A unos kilómetros del lago Ray Hubbard, justo a la entrada de Forney, vio un coche de policía, era el del sheriff de la ciudad, y pensó: "¿Quién diablos va a saber quien soy yo aquí?". Aceleró, dentro de los límites permitidos, y adelantó al coche que circulaba despacio, al pasar a su lado le hizo un saludo en V, ese viejo saludo que los moteros eurpoeos suelen hacerse entre ellos, y pasó de largo, convencido cada vez más de que ese gordo y viejo sheriff de Forney no haría nada. "Seguro que me mira y solo ve a un simpático motero", pensó.

Pero no, el sheriff Kaufman lo reconoció, no al principio, pero era un viejo desconfiado, así que consultó aquella matrícula y vio con sorpresa que era una moto robada en el neoyorkino condado de Westchester. Kaufman era un viejo, si, pero aun le quedaba algo de la energía que lo llevó a convertirse en el más temido miembro del KKK en Texas durante los 70, y usó aquellas energías residuales para dar a aquel delincuente su merecido, aceleró hasta alcanzar la japo, la golpeó por detrás con el parachocques y la moto se fue al suelo. Estaba tendido en mitad de la carretera, el coche del sheriff había parado a unos metros y el viejo salía lentamente de él con un rifle en las manos, escuchó perfectamente el sonido de éste al cargar. No podía moverse, probablemente era la columna, el golpe había sido brutal, aunque no le dolía nada. El sheriff se detuvo ante él, le apuntó con el rifle y sonrió. Después de eso solo se escuchó un tremendo estruendo y luego... la oscuridad.