domingo, 8 de julio de 2012

Hubo un tiempo...

Rodar con amigos es sin duda una de las mejores cosas que se pueden hacer, compartir kilómetros en compañía y esa amistad que juega inocentemente con la hermandad entre moteros cuando se devoran carreteras con quienes tu eliges compartir el viaje.

Pero al margen de esos momentos, subir en moto y viajar solo es un gran terapia para el motero. Tu y tu compañera de dos ruedas solos en medio del mundo, evitando las autopistas y las carreteras nacionales, viajando por donde solo lo hacen ya quienes no tienen más remedio, parando en las viajas tabernas de pueblos a veces olvidados. Una cerveza compartida con gente que nunca antes habías visto, con ancianos aburridos a quienes la jubilación solo les deja ya tomar su jarrete de vino en el bar de un pueblo que has encontrado casi por casualidad. La soledad en medio de ninguna parte, observado a veces por castillos que hace siglos fueron dueños del mundo y que hoy permanecen en silencio esperando que alguien los fotografíe. 

Hubo un tiempo en que esas carreteras, hoy denigradas y olvidadas, fueron la única manera de comunicarse entre las gentes de esta península con aires de continente. Hoy solo nos tienen a nosotros, los moteros que decidimos salirnos por un desvío de la autovía sin saber qué nos vamos a encontrar, pero conocedores de un hecho irrefutable, esas carreteras son nuestras verdaderas amigas, porque solo en ellas encontraremos la libertad que un día empezamos a buscar subidos en nuestras motos.

0 comentarios: