domingo, 30 de mayo de 2010

NOCHE DE ROCK Y CARRETERA

El buen rock siempre moverá a los moteros de gasolina en vena. Anoche fue una gran noche en la que el viajecito mereció la pena, porque cuando al final del camino hay una una buena recompensa, rodar aunque sea solo siempre es grato.

Apenas eran las diez de la noche cuando subí en mi Evil-Vir y comencé a rodar por una infecta ccarreterilla comarcal llena de malas curvas y peor asfalto. Aun había luz, tenue, pero suficiente para ver algo más de lo que las luces de la moto te permiten. Lo peor eran los endemoniados mosquitos, a patadas a esas horas de la tarde-noche en las que el sol aun no ha terminado de esconderse pero el calor no los amaga en sus nidos. Se estrellaban por docenas en la pantalla del casco sin apenas permitirme ver en ocasiones. Pero al final del camino llegué a La Capilla, una sala rockera y con cierto ambiente motero que no me disgustó para nada. Una excelente ventilación permitía respirar aire, y no humo de tabaco como en la mayor parte de estos sitios. Además el ambiente era divertido y había muchas ganas de escuchar música en directo. Sobre las once más o menos comenzaba el concierto de Dulce Neus, que saben como pocos combinar sus propios temas, de letras directas y tan reales que a veces parece que cuentan la vida del que los escucha, y las versiones más auténticas del rock de todos los tiempos. Con el público entregadísimo, no me quedó por menos que disfrutar como un niño con esa actuacción, que fue la que realmente me movió a rodar a esas horas de la noche, yo que sobre las dos ruedas soy más bien pájaro diurno. Tras ese concierto Jariko Pajarico y la Banda comenzaban con lo mejor que puede uno usar para engacharme, "Cuanta Puta y Yo Qué Viejo" de Siniestro Total, la noche, estaba mereciendo la pena y terminó siendo una buena noche en la que cambiar de aires no vino nada mal.

El regreso, sobre las dos y media de la madrugada, fue más frío que la ida, pero con muchísimos menos mosquitos, por no decir que prácticamente ninguno, lo cual agradecí tremendamente, porque era noche cerrada, sin una sola estrella sobre el cielo, y una nube de mosquitos reventados en la pantalla del casco hubiera sido horrible para poder ver la carretera sin apenas pintar y con la mayor parte de las señales que avisan de curvas enegrecidas por el tiempo y Dios sabe qué. El frío nocturno había eliminado de un plumazo a los mosquitos y el viaje fue además de relajante, reflexivo, pero las cosas que uno piensa durante un viaje en moto sobre si mismo y su vida, esas quedan para uno solo.

Ráfagas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Dulce Neus son la caña